Era el destino más deseado de conocer de Macarena, entonces fue la primera parada de Colombia. Nos juntamos tres viajeras para dedicar un mes a recorrer los principales rincones de Colombia.
El cruce de la frontera tuvo muchas sorpresas, lamentablemente sorpresas no tan buenas.
Desde ya varios kilómetros antes de llegar a aduana, van aumentando los grupos de venezolanos caminantes que a un costado de la ruta se dirigen a un nuevo destino. Familias enteras, con niños, coches, mochilas, maletas, frazadas y hasta colchones. Caminan y avanzan en grupos, en su mayoría liderados por hombres.
Al llegar a la frontera, el escenario es aún más desolador. Hay cruz roja esperandolos para asistirlos y filas especiales para hacer el ingreso o salir por la gran cantidad de personas que día y noche se mueven hacia Ecuador. Nosotras (María Florencia y yo) íbamos en contra de la corriente, ellos se mueven arriba de camiones de carga, haciendo dedo o caminando. De alguna u otra manera avanzan.
Estuvimos dos horas entre filas y papeleo. Lo primero como siempre, es como turista salir del país y luego entrar al siguiente, una vez hecho eso me preocupo de hacer lo segundo más importante que es sacar el auto de manera legal y entrarlo al nuevo país con todas las de la ley. Con mi pasaporte de chilenita me permiten estar tres meses y si quiero una extensión solo debo solicitarla. Pero Colombia, calmate, si yo solo te disfrutare un mes, no podría bailar salsa tres!
En esta oportunidad, para la Koranda (nombre del auto) me pidieron:
La poco simpática amiga del trámite del auto, una vez que recibió los papeles mencionados, se levantó de su cómoda silla de trabajo y fue directo al auto. Para hacerle una revisión de toda las cosas ilegales que pude haber pasado? ¡No! Solo para abrir el capot y tomarle las huellas dactilares a la Koranda. Resumi el profesional procedimiento así:
1: Levantar el trasero de la silla cómoda en dirección al carro.
2: Demostrar públicamente lo poco que amas tu trabajo y las cero ganas de vivir.
3: Una vez en el capot, buscar donde esta el nro. De chasis.
4: Una vez encontrado el nro. Limpiarlo con un pañito.
5: Rayar con plumón negro el nro. De chasis. El cual aprendimos tiene un relieve, jamás antes visto.
6: Pegar scotch sobre la obra de arte (pintura con plumón sobre los números)
7: Sacar el stosh y de manera profesional entrelazarlo entre los dedos para que no se pegue el trabajo realizado.
8: Volver a la silla, volver a poner la cara de poker.
Le falto decirme: “lárguese”, pero me dijo: “A su orden” así que desde ahí la frase, me molesta oirla.
No hubo perritos, scanner o control policial alguno. Absolutamente nada. Solo muchos comerciantes rodeando el auto ofreciendo SOAT (seguro obligatorio) y venezolanos por todos lados.
El chiste fue que cerca de la frontera, está la última bencinera de Ecuador que ofrece 4 preciosos litros de diesel por 1USD. Al día siguiente fui a cargar de nuevo el auto, para ahorrar por supuesto, pero también para volver a pasar por el lugar fronterizo con la esperanza que alguien me detuviera y me dijera: Hey! Delincuente deténgase ahí! Y yo responder: “Tengo todo en orden! Que pena por usted”
Nada de eso paso. No hay control.
Bueno, entonces ese lunes de mayo el viaje fue salir de Quito, Ecuador a las 6:00 am, llegamos al Cementerio de Tulcán a medio día, esta parada fue para ir al baño, sacar fotos al lindo cementerio del pueblo y seguir en medio de la lluvia. A pocos kilómetros de ahí cruzamos la frontera, app. A las 15:00hrs. salimos del trámite y nos dirigimos a Pasto, para buscar en el aeropuerto a Macarena. Quien nos tuvo que esperar casi dos horas, porque nos retrasamos gracias a la frontera, curvas, lluvia y neblina.
Ya llevaba 12 horas manejando cuando nos encontramos con Macarena en Pasto. Luego, nos fuimos al centro de la ciudad para dormir en la casa del coach Fernando. Encontramos su dpto. a eso de las 21:00hrs. Fue un gran lunes, maneje casi 15 horas.
Al día siguiente, visitamos este hermoso santuario. Un verdadero castillo, para recorrer por sus senderos y pasillos. Según la leyenda, la indígena María Mueses y su hija Rosa vieron aparecer la imagen de la virgen en 1754, en el mismo lugar se edificó el santuario.
Nos advirtieron que el trayecto de Pasto-Ipiales y viceversa es bastante peligroso, pero las curvas pronunciadas y constantes detenciones por derrumbes o reparación de la vía, no me dejaron pensar en nada más.
Santuario
La foto de la foto
Hola Colombia, al fin nos conocemos.