Al terminar Julio luego de un mes en Bali, volví a Bangkok, esta vez con más “hambre de caminar” y recorrer cada puestito de comida para conocer nuevos sabores y ver si era posible re-enamorarme. Y si! resulto que esta vez me quede cerca del Parque Lumpini (en el Thrive The Hostel) y en mi segundo día sin lluvia opte por salir a caminar a donde las patitas me llevaran. No se cómo, fue más que suerte, encontré un mercado repleto de oficinistas quienes compraban sus colaciones de almuerzo, distintos tipos de comidas: Pollitos fritos, sushi, frutas, choclos granados, pastelitos.
Todo era posible con solo casi 100 bahts y dije: “¡Basta! esto es el cielo de las comidas ricas” Y seguí observando el mercado local. Había visto la misma imagen años atrás, cuando trabaje en Santiago, después de las dos de la tarde todos los formales oficinistas salían en busca de algo rápido para comer, la diferencia es que ahora estaba en Tailandia y todo lo que deguste era exquisito y sano, carritos por todos lados, tantos aromas en un solo lugar.
En Krabi, al sur de Tailandia, me paso algo similar. Me hospede en el Hostal Pack-Up y a solo tres cuadras de mi nuevo hogar, estaba un mercado que solo atendía desde las 17:00hrs. hasta la madrugada, con fruta fresca preparaban jugos naturales deliciosos o brochetas de piña con sandia o melón. La mayor parte del tiempo, esperaba que lo abrieran y almorzaba (aunque fuera tarde) algún plato del día por solo CLP$500.
Confieso, que el ultimo día en el país (en una de las tantas paradas en Tai) comí: Un choclo asado, arroz con mango y salsa de coco, una brocheta con pollo apanado, plátano frito con nutella, un arrollado de primavera, dos cervezas, y compre un jugo de naranja para el desayuno de la mañana siguiente. Amén.